EL LEGADO DE STEVE JOBS
Imagínese usar todavía un teléfono
móvil con botones y una minúscula pantalla, sin otras aplicaciones
que una agenda básica y a lo mejor una calculadora. Y al llegar al
trabajo, tener que teclear en el ordenador (en casa no habría)
varias órdenes complejas para hacer una simple operación de copiar
y pegar. Por no hablar de que sus hijos estarían emocionados porque,
por fin, en el año 2011 se estrenara una película animada hecha
íntegramente por ordenador. Este escenario podría haber ocurrido
perfectamente de no haber existido Steve Jobs. Si la vida de una
persona se puede cuantificar de alguna forma, quizás sea en el
impacto que tiene en los demás, y en ese sentido hay poca gente en
los últimos treinta años que haya cambiado más el mundo que el
cofundador de Apple. Incluso los usuarios de Windows saben que Bill
Gates le copió el concepto de hacer el PC un instrumento fácil y
familiar, algo que acabó popularizando las computadoras de tal forma
que “la era de la información” en la que ahora vivimos será un
momento estudiado en las clases de Historia en los siglos venideros.
Y cuando George Lucas no sabía que hacer con una rama de su negocio
llamada Pixar, ahí estaba Jobs para comprarla al módico precio de
10 millones de dólares. Años después, tras el éxito de “Toy
Story” y demás películas, la vendió a Disney tras unas duras
negociaciones por 7.400 millones y se convirtió así en su máximo
accionista. No tenía miedo al fracaso, habiendo abandonado sus
estudios universitarios y fracasando, injustamente, en sus primeras
empresas (le echaron de Apple cuando empezaba a despegar). Pero supo
reponerse, y con sus presentaciones/shows y su olfato para los
negocios demostró ser uno de los mejores empresarios que ha habido,
creando una cultura empresarial en Apple que rayaba en la idolatría,
y que él no intentaba disipar: siempre con los mismos vaqueros,
jersey de cuello vuelto y gafas, un “look” muy específico. Hasta
en un episodio de “Los Simpsons” se mofaron de ese culto a Jobs,
pero lo cierto es que algo estaba haciendo bien. En estos tiempos en
que los empresarios están siendo vilipendiados a diestro y
siniestro, su figura resaltaba más aún. Quizás fuera resultado de
crear un entorno de trabajo privilegiado para sus empleados, con un
campus futurista (al igual que sus tiendas) donde miles de ingenieros
diseñan el futuro. Su obsesión por el detalle, por pulir los
defectos de sus productos y de su empresa le llevaron a la cima, y
ese era su secreto. Más allá del iphone, del imac y del ipad, el
legado de Steve Jobs está en hacer las cosas no bien, sino
perfectas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario