miércoles, 21 de enero de 2009

Para el que no haya comprado el periódico hoy...

El país de la imagen

Una de las primeras veces que oí hablar de Barack Obama fue hace un par de años, en la serie de televisión “Las chicas Gilmore”, cuando la hija menciona que va a dedicarse a ser reportera en el autobús de campaña del senador. Entonces todos pensábamos que nunca llegaría muy lejos. Habiendo vivido casi dos años en Estados Unidos, yo pensaba que conocía la sociedad americana, aún con fuertes prejuicios raciales (sobre todo en la zona interior, el verdadero país, y no California y Nueva York, que es lo que los europeos creemos erróneamente que es EEUU) y no esperaba que Obama pasase de ser una nota a pie de página en los libros de historia. Es sólo una anécdota, pero indica la relación simbiótica del nuevo presidente con los medios. Los días previos a la ceremonia han sido otro espectáculo, con actos y conciertos televisados, donde las estrellas del cine, la televisión y la música han agasajado a Barack Obama. La relación de Hollywood con Washington no es nueva: Reagan era un actor (de segunda), y todos sabemos que Schwarzenegger también podría llegar a presidente (si no fuera porque la constitución americana sólo lo permite a los nacidos en el país), pero en el caso de Obama parece que hay una emoción contagiosa, no sólo por EEUU, sino por todo el mundo. La ceremonia de investidura del 44º presidente de los Estados Unidos es otro ejemplo más de hasta qué punto es un país volcado en la imagen, con una retransmisión en directo para 250 países como si de los Oscars se tratara (y viendo las primeras filas, con Dustin Hoffman y compañía eso parece). De hecho, ha sido el evento con más audiencia de la historia de la televisión. No es para menos, ya que la industria del cine y de la televisión son su principal negocio, que han sabido exportar el modo de vida americano por todo el mundo desde los años 50. De ahí, más incluso que de su poderío militar, se deriva la supremacía de los EEUU en el mundo.
La sucesión de un presidente por otro no puede ser un acto más aburrido, no hay más que pensar en cuando Zapatero sucedió a Aznar. ¿No se acuerda? Yo tampoco. Supongo que salió en las noticias, los dos dándose la mano con un montón de flashes de fotos. Eso no interesante visualmente, y por lo tanto, no es interesante y punto. Vivimos en una sociedad audiovisual, y lo que no entra por los ojos no tiene importancia. No hay más que ver las imágenes, rodadas con docenas de cámaras montadas en gigantescas grúas, de la gente amontonada en las calles de Washington para darse cuenta de que estamos ante algo diferente. Allí inventaron el espectáculo, como quien dice. La comitiva de coches de policía, la bandera ondeando, la orquesta, el Capitolio, dan la impresión de estar viendo una película, o por lo menos, un episodio de la magnífica serie “El ala oeste de la Casa Blanca”. Y Dick Cheney, el vicepresidente saliente y para muchos responsable de la guerra de Irak, en silla de ruedas, como si fuera el villano vencido de la película. La escala de la inauguración ya le deja a uno con la boca abierta. Ha costado varios docenas de millones de dólares, ignorando la crisis económica por aquello de que la apariencia lo es todo. ¡Hasta ha salido Steven Spielberg en la CNN diciendo que él no podría permitirse ese montaje para una película! No es por nada que John Williams, el músico de sus películas, haya compuesto el tema que se ha interpretado justo antes del nombramiento...Toda esa iconografía refuerza subconscientemente el poder del presidente, y es algo que todavía no hemos aprendido aquí, donde no tenemos ni letra para el himno, y la bandera la sacamos cuando ganamos la Eurocopa. EEUU es un país muy joven, pero tiene la democracia más vieja, al contrario que España, y todavía tenemos mucho que aprender de ellos.
Si se piensa fríamente, es sólo una transmisión de poder a un hombre que se va a enfrentar a la peor situación económica en décadas, con dos guerras en marcha, y con muchos otros problemas. No va a haber milagros, y además no es nuestro presidente, sino el de otro país. Por lo tanto, no debería provocar muchas reacciones a los espectadores españoles, pero estoy seguro que más de uno, viendo en directo a más de dos millones de personas gritar de alegría espontáneamente, cuando Obama ha sido nombrado presidente, no se habrá quedado indiferente.

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